«… Cada día muero.» (I Corintios 15:31)
«Porque Dios es el que obra en vosotros tanto el querer como el hacer por su buena voluntad.» (Filipenses 2:13)
Insistimos en que la gran ausente de hoy es una liberación poderosa a través de una crucifixión interior, que nos dé santa despreocupación, no carnalidad ni liviandad (hay demasiado de eso). Luego, sin vergüenza, podemos ser testigos ante pequeños y grandes, e instar a tiempo y fuera de tiempo. Cuando toda la jerarquía de los judíos se juntó en el primer estallido de la persecución contra la iglesia cristiana en Hechos capítulo 4, se sorprendieron del denuedo de Pedro y Juan. Ahora «donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad». Con Cristo fueron identificados, crucificados, y liberados.
¡Que la jerarquía se admire! Los cautivos de Cristo eran libres. No temían ni adulaban a ninguna carne sobre la faz de la tierra. Entre estas primeras amenazas la iglesia primitiva huyó, pero sólo sobre las rodillas. Allí oraron, no por la conversión de los hipócritas, sino para que ellos mismos puedan hablar con más cuidado, con más amor. No pidieron nada para sí, sino sólo que con «todo denuedo» presenten a Cristo; poniendo así en peligro sus vidas… Ellos habían dejado de salvar sus propios pellejos. No tenían ninguna causa que defender. Cristo era la cabeza viviente de la iglesia. Había muerto en la mayor debilidad; ellos habían muerto con él.
Sean cual fueren las consecuencias, ellos obedecerían a Dios antes que a los hombres. Ni el éxito ni el fracaso entró en sus consideraciones… Pablo dice: “… Dios ha escogido lo débil del mundo… y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es». (1 Corintios 1:27,28) Estas son las «cosas» que Charles Fox llamó “ejército de cinco clasificados de Dios de la disminución de la debilidad humana». Acerca de este ejército, muchos de nosotros podemos calificar para entrar si somos: tan tontos como para depender de Él para sabiduría; lo suficientemente débil para ser empoderados con su fuerza; humildes lo suficiente como para mantenerse en el polvo a sus pies; nada, lo suficiente para que Dios sea todo.
Los lanzadores de las lámparas de Dios
¡Oíd, el grito va más allá de las fronteras!
No es la belleza de la hechura,
Sino, ah, la disposición de romperse,
Identifica a los vasos del Señor
¡Listos para dar la Palabra iluminada!
-L.E. Maxwell-