«Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.» (Marcos 1:35)
Busca una hora conveniente para retirarte en ti mismo; y medita a menudo sobre la bondad amorosa de Dios. No te entrometas con curiosidades, antes bien lee esas cosas como si pudieran compungir tu corazón más que dar ocupación a tu cabeza. Si te apartas de hablar en vano, y de socializar ociosamente, como también de oír novedades y rumores, hallarás esparcimiento suficiente y adecuado para meditar en las cosas buenas. Los más grandes santos evitaron socializar con hombres cuando podían, convenientemente, y escogían antes vivir para Dios en secreto. Uno dijo: «Todas las veces que he estado entre los hombres, regresé a casa menos hombre de lo que era antes». Encontramos que esto es verdad cuando hablamos mucho juntos. Es más fácil no hablar una palabra en lo absoluto, antes que hablar más palabras de las que deberíamos. Por tanto, aquél que tiene la intención de alcanzar las cosas más interiores y espirituales de la religión debe apartarse de la multitud y la presión de la gente, con Jesús. Ninguno se muestra de forma segura afuera sin permanecer con mucho gusto en casa fuera de vista. Nadie habla de forma segura sino el que guarda silencio de buena gana. Nadie se enseñorea con seguridad, sino el que se rige por voluntad propia. Nadie comanda de forma segura, sino el que ha aprendido fácilmente a obedecer. Ninguno se regocija con seguridad, a menos que tenga dentro de sí el testimonio de una buena conciencia.
-Thomas à Kempis- The Imitation of Christ (La imitación de Cristo)
Es bueno para nuestra alma tener momentos de tranquilidad en silencio y meditación tan a menudo como sea posible. Luego todo empieza a caer en su lugar apropiado, y miramos con ojos serenos la totalidad de la vida. El ruido confunde. El silencio trae orden. Este valor del silencio no puede ser demostrado por las palabras. Debemos estar dispuestos a probarlo.
-W.C.Moore –
«Bienaventurada tranquilidad, quietud santa,
¡Qué seguridad en mi alma!
En el mar tormentoso, Él me habla de paz,
Y las olas dejan de rodar».
-Ferguson-
¿Qué es un intercesor? En las Escrituras, es un hecho que Dios busca intercesores pero rara vez los encuentra. “… Vio que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien se interpusiese…» (Isaías 59:16). Los creyentes en general han considerado la intercesión como una forma de oración intensificada. Lo es, pero es mucho más. Hay tres cosas para ser vistas en un intercesor: identificación, agonía, y la autoridad.
-B. H. Clendennen-