«Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado… (Salmos 51:17)
Podemos haber rendido nuestra voluntad para hacer la de Él, y aun así perdernos de gran parte de la bendición que Él nos hubiera dado en lo que hacemos. Nuestro espíritu debe estar quebrantado también, para que en cada prueba y circunstancia diarias, veamos su amor y permisión, y alegremente aceptemos todo lo que viene de Él porque sus ojos que todo lo ven entienden qué es lo que completará nuestro «perfeccionamiento». La prueba puede ser quitada más rápidamente si la aceptamos, pidiendo por la lección que Él nos quiere enseñar y por la victoria sobre satanás. Entonces puede tranquilizarnos y mostrarnos la luz que necesitamos.
Dios usa más para su Gloria aquellas personas y cosas que están más perfectamente quebrantadas. Los sacrificios que Él acepta son corazones contritos y humillados. Fue el absoluto quebranto de las fuerzas de Jacob en Peniel lo que lo llevó a donde Dios lo podía vestir con poder espiritual. Al romper la superficie de la peña de Horeb con el golpe de la vara de Moisés, brotaron las frescas aguas para el pueblo sediento. Cuando los trescientos electos soldados de Gedeón rompieron los cántaros, un tipo del quebranto de sí mismos, las luces escondidas brillaron para consternación de sus adversarios. Cuando la viuda pobre rompió el sello del pequeño cántaro de aceite y lo derramó, Dios lo multiplicó para que pague sus deudas y supla medios de sustento.
Cuando María rompió su hermoso frasco de alabastro, haciéndolo inútil de allí en más, el aroma del perfume llenó toda la casa. Cuando Jesús permitió que su precioso cuerpo sea quebrantado en pedazos por las espinas y clavos y la lanza, su vida interior se derramó, como océano de cristal para que pecadores sedientos beban y vivan. Cuando un bello grano de maíz se rompe en la tierra por la muerte, su corazón interior brota y lleva cientos de nuevos granos.
Y así, sigue y sigue toda la historia, toda la biología, y todos los vegetales y toda vida espiritual. Dios debe tener COSAS QUEBRADAS. Los que están quebrantados en riqueza y en voluntad propia, y quebrantados en sus ambiciones y quebrantados en sus hermosas ideas, y quebrantados en la reputación ante el mundo, y quebrantados en sus afectos, y a menudo quebrantados en la salud, y aquellos que son despreciados y totalmente desamparados y abandonados: sobre éstos es donde el Espíritu Santo desciende y los usa para su gloria. «Los cojos arrebatarán el botín» nos dice Isaías. Los débiles vencen al diablo. Dios está esperando tomar nuestras fallas y nadas, para brillar a través de ello, porque «Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.» (I Corintios 1:25)
-Sra. Charles E. Cowman-
El hombre nunca se quebranta hasta que ve algo de la presencia de Dios. Sólo los quebrantados se convierten en quienes «cargan la gloria de Dios.» Moisés se tornó en un llevador de la gloria de Dios en Éxodo 34:29. En Hechos capítulo 2, una vasija quebrantada invitó el primer Pentecostés. Como vasijas de Dios, tenemos que ser llevadores de la gloria de Dios. Nuestra luz debe brillar para que los hombres vean a Dios; no hay otro plan.
-B. H. Clendennen-