Sin savia el árbol no puede florecer ni tampoco existir. La vitalidad es también esencial para un cristiano. Debe haber vida, un principio vital infundido en nosotros por el Espíritu Santo o no podremos ser arboles del Señor. El mero título de ser un cristiano no es sino una cosa muerta, debemos ser llenos con el Espíritu de la vida divina. Esta vida es misteriosa. No comprendemos la circulación de la savia, porque fuerzas sube y por cuales baja otra vez. Así que la vida dentro de nosotros es un misterio sagrado. La regeneración la efectúa el Espíritu Santo al entrar en el hombre y transformándose en la vida del hombre. Y esta vida divina en el creyente luego se alimenta con la carne y la sangre de Cristo y, por lo tanto, se nutre con alimento divino, pero cuando viene y cuando se va ¿Quién nos lo podrá explicar?
¡Qué cosa secreta es la savia! Las raíces buscan a través del suelo con sus pequeñas esponjas, pero no las vemos absorber los distintos gases ni transmutar el mineral en vegetal. Esa obra se realiza en la oscuridad. Nuestra raíz es Cristo Jesús, y nuestra vida está escondida en Él. Este es el secreto del Señor. La base de la vida cristiana es un secreto como la vida misma. ¡Cuán permanente activa es la savia en el cedro!
En el cristiano, la vida divina esta siempre llena de energía, no siempre produciendo frutos, sino obrando en lo interior. Cada uno de los dones del creyente no está en constante movimiento, aunque su vida nunca deja de palpitar dentro de él. No siempre trabaja para Dios, pero su corazón siempre vive en él. Como la savia manifiesta a si misma al producir el follaje y los frutos del árbol, así es con el cristiano que en verdad es saludable, su gracia se manifiesta externamente en su caminar y en su conversación. Si hablamos con él, no podrá evitar hablar de Jesús. Si notas sus acciones, veras que ha estado con Jesús. Tiene tanta savia dentro de sí que llena su comportamiento y conversación, con vida.
Devocional para hoy - 24/10/2018