«Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza.» (Génesis 15:14)
«Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento…» (Hebreos 12:17)
Mucha gente hubiera tomado una decisión diferente, si hubieran podido mirar hacia adelante y ver lo que sería el «después» de sus opciones. El borracho nunca habría bebido el primer trago social; el demonio cigarrillo habría evitado la primera pitada seductora cargada de nicotina; la ramera habría guardado celosamente su virtud; el ladrón, su honor. El problema es que cuando la gloria se apaga, y descuidamos el lugar de la oración, nuestros ojos se vuelven tan cegados por la tierra que no somos capaces de ver las cosas a la luz del «después». Al igual que Esaú, nos encontramos viviendo en totalidad para hoy. Cada pecado tiene su «después»; también, cada acto noble.
Después de las pruebas, y después de las lágrimas;
Después de la contienda, y después de los temores,
Después del temor y la oscuridad de la noche,
Viene la mañana, toda tranquila y luminosa.
Después de las luchas cuando todo parece en vano;
Después del llanto y la tristeza y el dolor;
Después de la angustia de Getsemaní,
Espíritus ministradores esperan por ti.
Después de la angustia, el bálsamo de lo alto,
Y con las pruebas, nuestro Dios y su amor;
Después de las cargas de la vida nos acostamos,
Después de la cruz, entonces la corona del vencedor.
Después de la tormenta, el sol resplandece;
Después de la tentación, la victoria conseguida;
Tras el viaje de la vida en que los interruptores son pasado,
A salvo en el puerto celestial al fin.
-Gypsy Smith-