Si hemos recibido a Cristo en persona en lo más profundo de nuestros corazones, nuestra nueva vida manifestará su conocimiento íntimo con Él, mediante un caminar en fe con Él. Caminar implica acción. Nuestra religión no se debe confinar a nuestro lugar privado de oración, debemos llevar a la práctica aquello en lo que creemos. Si un hombre camina con Cristo, se comporta como lo haría Cristo, pues al estar Cristo en él, su esperanza,, su amor, su gozo, su vida son el reflejo de la imagen de Jesús, y los hombres dicen que aquel hombre: “Es como su maestro, vive como Jesucristo”. Caminar significa progresar. “Por eso (…) vivan ahora en él”, vayan de gracia en gracia, corran hasta alcanzar el grado más alto de conocimiento que un hombre puede alcanzar con respecto a nuestro amado.
Caminar implica continuidad. Debe existir un continuo habitar en Cristo. ¿Cuántos cristianos creen que por las mañanas y por las tardes deben tener comunión con Jesús, y luego darle el corazón al mundo durante todo el día? Pero esa manera de vivir es pobre. Debemos estar siempre con Jesús, caminando en sus pisadas y haciendo su voluntad.
Caminar también implica hábito. Cuando hablamos del andar y de la conversación de un hombre, hablamos de sus hábitos, el temor constante de su vida. Ahora, si algunas veces disfrutamos de Cristo y otras lo olvidamos, algunas veces nos llamamos suyos y al poco tiempo nos soltamos, eso nos es un hábito.
No caminamos en Él. Debemos seguir cerca de Él, sujetarnos a Él, nunca dejarlo ir, sino vivir y tener nuestro ser en Él. “Por eso, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, vivan ahora en él” (Colosenses 2:6); perseveremos en el mismo camino en el que comenzamos. Como al principio, Jesucristo fue la confianza de tu fe, la fuente de tu vida, el principio de tu acción y el gozo de tu espíritu, permite entonces que Él sea el mismo hasta el fin de la vida, el mismo cuando caminas por el valle de sombra de muerte y cundo entras en el gozo y en el descanso que continua para el pueblo de Dios.
¡Oh espíritu Santo, permítenos obedecer este precepto celestial!