Cuando el creyente ha caído en su estado de ánimo triste, es frecuente que trate de recuperarse maltratándose con temores oscuros y tristes.
Esa no es la manera de levantarse del polvo, sino de continuar allí. La duda es respecto a la gracia como las cadenas que atan las alas del águila para impedirle volar. No es la ley, sino el evangelio el que salva al alma que busca en un primer momento, y no es una atadura legal, sino la libertad del evangelio la que puede restaurar al creyente desalentado.
El temor que esclaviza no hace regresar al creyente apartado, pero el dulce sonido del amor lo atrae hacia el regazo de Jesús. ¿Estas sediento esta mañana por el Dios viviente? ¿Estas descontento por que no puedes hallarlo para deleitar tu corazón? ¿Has perdido el gozo de tu fe y oras diciendo: “Devuélveme la alegría de tu salvación” (Salmo 51:12). ¿Eres consiente también de que eres infértil, como la tierra seca, de que no llevas el fruto que Dios tiene el derecho a esperar de ti, y que no eres tan útil en la iglesia o en el mundo, como tu corazón desea ser?
Si es así, acá está justamente la promesa que necesitas: “Regare con agua la tierra sedienta”. Recibirás la gracia que tanto necesitas y la tendrás para satisfacer hasta tu última necesidad.
El agua es un refrigerio para el sediento: la recibirás y también tus deseos serán satisfechos. El agua aviva la adormecida vida vegetal: tu vida se avivará con la renovada gracia. El agua hincha el brote y hace que el fruto madure. Tendrás una gracia que fructifica: serás fructífero en los caminos de Dios. Cualquier cualidad buena que haya en la gracia divina la recibirás en plenitud, serás como si estuvieras empapado de ella; y así como los prados se inundan con los ríos desbordados y los valles se transforman en lagunas será para ti: la tierra seca fuente de aguas.