Camina a la luz de la luna por las calles, si te atreves, y verás entonces a los pecadores. Mira cuando la noche está oscura y el viento sopla, y la ganzúa hace chirriar la puerta, y entonces veras a los pecadores. Ve a aquella cárcel y camina por los pabellones y mira a los hombres que tienen muy gruesas cejas, hombres que no quisieras encontrarte por las noches, y allí encontraras pecadores. Ve a los reformatorios y mira a aquellos que muestran una desenfrenada depravación juvenil, y verás pecadores allí. Cruza los mares a un lugar en el que un hombre roe un hueso sobre el que humea carne humana, y verás a un pecador allí.
Ve donde quieras, no necesitas revisar de arriba abajo para encontrar pecadores, pues son lo suficientemente comunes, puedes encontrarlos en cada carretera y calle de toda ciudad, pueblo, villa o aldea. Es por esos que Jesús murió. Si me eliges al más burdo espécimen de la humanidad, si ha nacido de mujer, tendré esperanzas de él todavía, porque Jesucristo vino a buscar y a salvar a los pecadores. El amor ha elegido a algunos de los peores para transformarlos en los en los mejores. Las piedras del arroyo de la gracia se convierten en joyas para la corona real. Él transforma la escoria sin valor, en oro puro. El amor redentor ha apartado a muchos de los peores de la raza humana para que sean la recompensa de la pasión del Salvador. La gracia llama a muchos de los más viles de los más viles para que sienten a la mesa de misericordia. Entonces, que ninguno se desespere.
Lector, por ese amor que mira a través de los ojos llenos de lágrimas de Jesús, por aquel amor que fluye de las heridas sangrantes, por ese amor fiel, ese amor fuerte, ese puro, desinteresado y duradero amor, por el corazón y las entrañas de la compasión del Salvador, te ruego que no te alejes como si Él no significara nada para ti, sino cree en Él y serás salvo.
Confía tu alma a Él y Él te llevara a la diestra del Padre, en gloria eterna.